Dice el inimitable Kase.O en «Renacimiento», una de sus mejores canciones, que «nada cambia, si nada cambia». Y así es, en tiempos rutinarios, normales, habituales, los avances personales y sociales suceden lentos.
Existe un acelerador de cambios y se llama caos. A mayor nivel de caos, mayor velocidad y potencia de los cambios. A muchos les asusta, otros tratan de evitarlo o minimizarlo. Yo he aprendido a amarlo. Y aunque me sigue asustando mucho, a provocarlo. Y no sólo por la velocidad, sino porque hay cambios que sin él no podría realizar. Y la sociedad tampoco.
De manera constante viene a mi mente la escena final de «Fight club» (El club de la lucha), En ella, Edward Norton, al que el caos atormenta toda la película, ha aprendido a aceptarlo. Tras dispararse a sí mismo para vencer a su adversario (él mismo), convierte al caos en su aliado y lo utiliza para su propio renacimiento.
«Marla, I’m really ok. Trust me, everything is gonna be fine» (Marla, estoy muy bien. Créeme, todo va a estar bien). Es el fin de su batalla interna, es el mar calmado tras la tormenta. La muerte de su yo anterior y el nacimiento de una nueva persona, de un maestro de vida.
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Convertir el caos en aliado
El camino de Edward en la película no es un camino de rosas. Más bien al contrario. Pero si la miras en sentido adverso, desde el final hacia el principio, comprendes el propósito del caos. Y es por ello que aprende a amarlo, a controlarlo, a domesticarlo.
Porque su futuro no está exento de caos. Al contrario, una vez aprendes a dominarlo lo puedes utilizar como una herramienta muy poderosa. Lo puedes provocar, o cuando viene, aprovechar.
Estamos viviendo tiempos de caos
Te guste o no, estamos viviendo tiempos de caos. La pandemia del covid-19 ha metido a miles de millones de personas en sus casas y ha puesto patas arriba la vida de muchos, y casi todos los sistemas. Pero lejos de considerarlo una oportunidad global, andamos como locos queriendo «recuperar la normalidad», como si este fuera el mejor escenario posible.
Y yo me pregunto: ¿era el mundo pre-coronavirus un lugar idílico, con justicia, equidad y respeto entre hermanos? Y digo entre hermanos porque nada de lo que suceda al hombre debiera sernos ajeno. El sufrimiento de los demás debería importarnos y deberíamos poner acción sobre ello para solventarlo.
Lo mismo sucede en nuestra vida a nivel personal. ¿Era nuestra vida el jardín de las delicias en febrero de 2020?.
Necesitamos la revolución
Entonces, ¿por qué no aprovechamos esta situación para reconfigurar el sistema en lo colectivo y revolucionar nuestras vidas en lo individual? En estos días, millones de personas se manifiestan en contra del racismo en todo el planeta, cuyo detonante fue el asesinato de un afroamericano a manos de un policía en EE.UU.
¿Y qué pone esto de manifiesto? No sólo que el mundo sigue siendo un lugar profundamente injusto y peligroso para las minorías (que juntas son mayoría), sino que existe una capa subterránea pero inmediata de ira, frustración y descontento en las sociedades modernas, especialmente las occidentales.
Si supiéramos canalizar esos sentimientos hacia valores humanistas, podríamos estar ante una nueva revolución ilustrada. Un nuevo tiempo de grandes cambios, tiempos de libertad, de igualdad y de progreso. Necesitamos líderes conscientes, congruentes y valientes. Líderes que hayan vivido su propio club de la lucha y nos guíen en el camino de la concordia.
⭐️ Convertir el caos en regeneración
Lamentablemente yo no soy como el narrador de la película. Ni siquiera como alguno de sus alter ego. Pero si he empezado a entender la energía poderosa del caos y como nos permite lograr la revolución individual, para ponerla al servicio colectivo.
Y he aprendido que cuando te metes en tiempos de caos, es mejor aprovechar e incluir todos los asuntos pendientes. Como si haces una reforma en casa. Ya que cambias el suelo, pinta las paredes. Y ya que te pones, vacía los armarios y deshazte de las anclas del pasado. Porque de eso trata el caos, de reformar nuestra casa interior.
La maestría de la vida, el autocontrol, no es la ausencia de caos. Al contrario, consiste en enfrentarlo, aceptarlo, apreciarlo y, por último, saber utilizarlo. Y no te voy a mentir, el 2020, como a casi todos, ha puesto mi vida patas arriba.
Pero hacer cómo que no pasa nada no sirve de mucho. Es mejor enfrentar el miedo, aceptarlo, aliarte con él y sumirte en el caos como el que se sume en el lodo para librar la mayor de las batallas. Y para eso, tenemos a nuestros maestros de vida. A mí uno de ellos me dijo hace no tanto tiempo: «la felicidad no consiste en tener el mejor jardín, sino en ser capaz de construir un jardín en mitad del desierto».